La desconexión digital como bienestar

En el Perú existen aproximadamente 250 mil personas trabajando de manera remota. Aunque en teoría trabajar desde casa nos brinda mayor flexibilidad en cuanto a horas y condiciones de trabajo, estamos descubriendo que también crea muchos desafíos para nuestro bienestar. Entre ellos: la fatiga y sedentarismo que resulta de estar frente a una pantalla todo el día, las barreras menos nítidas entre nuestra vida personal y familiar, y, en el caso de las mujeres, la sobrecarga de trabajo que se les impone a propósito de los roles de género que siguen vigentes en la sociedad peruana.

En Hiperderecho apostamos por que la tecnología e internet sean herramientas para asegurar nuestra libertad, seguridad, y bienestar. Por ello nos llamó mucho la atención que el Estado peruano, mediante el reciente Decreto de Urgencia Nro. 127-2020, reconozca el derecho a la desconexión digital para quienes trabajan de manera remota. En este post te contamos de qué se trata el derecho al descanso en relación a la tecnología y a la jornada laboral, así como sus implicaciones para nuestro bienestar y salud mental.

¿Qué es el derecho a la desconexión digital?

El “derecho a la desconexión digital” hace referencia a que todas aquellas personas que trabajan de manera remota puedan desconectarse de los medios informáticos, de telecomunicaciones y análogos utilizados para la prestación de sus servicios, cuando se encuentran fuera de su jornada de trabajo y durante los días de descanso, licencias y periodos de suspensión de la relación laboral. Esto significa que durante este período el empleador ya no puede exigir al trabajador la realización de tareas o coordinaciones de carácter laboral.

En buena cuenta, este derecho buscaría garantizar que, de acuerdo a las particularidades de cada régimen laboral, se respete el derecho a la jornada máxima de los trabajadores que estén realizando trabajo remoto y el derecho al descanso laboral de los trabajadores ambos consagrados en el artículo 25 de la Constitución. Además, a través de dicha norma se buscaría prevenir prestaciones excesivas a los trabajadores e impedir que se les exija estar conectados en todo momento. Si un empleador te exige que trabajes fuera del horario laboral, gracias a este derecho puedes oponerte a realizar estos encargos, sin tener que asumir imposición de sanciones laborales.

Por lo tanto, más que ante un “nuevo derecho”, estaríamos ante un contenido adicional o una forma de protección del ya reconocido derecho a la jornada máxima. No obstante, resulta pertinente realizar algunas aclaraciones en torno a la aplicación de este derecho. En primer lugar, es importante recalcar que este derecho sería, en principio, aplicable únicamente a los trabajadores que, en virtud del Decreto de Urgencia Nº 026-2020, se encuentren realizando trabajo remoto. Es decir, no podría ser exigible a quienes se encuentren realizando teletrabajo o quienes estén realizando sus prestaciones laborales con normalidad.

En segundo lugar, y viene de la mano con lo primero, en la medida que este derecho ha sido recogido en el mencionado Decreto de Urgencia, este derecho, en un primer término, dejaría de ser exigible una vez culmine la Emergencia Sanitaria (actualmente, el 07 de diciembre de 2020, conforme al Decreto Supremo Nº 027-2020-SA). Es decir, estaríamos ante un derecho que nació con partida de defunción.

Por lo tanto, y en la medida que estaríamos ante un derecho que es aplicable exclusivamente a un régimen específico (de trabajo remoto) y que tiene una vigencia preestablecida supeditada a la duración de la Emergencia por COVID-19, consideramos que correspondería su reconocimiento en el régimen general para que este sea verdaderamente beneficioso para los trabajadores. Resulta deseable, por tanto, que este sea recogido en la legislación general del trabajo, tanto para el sector público como el sector privado, para que este garantice verdaderamente el respeto de los derechos a la jornada máxima y al descanso del trabajador.

No obstante las especificaciones legales, creemos que es positivo que el Gobierno peruano haya mostrado preocupación en el bienestar del trabajador a propósito del uso de la tecnología en esta nueva normalidad. A continuación abordaremos más esta problemática.

Necesitamos la desconexión

Además de las protecciones legales que nos brinda, el derecho a la desconexión digital protege nuestra habilidad de usar la tecnología para ejercer otros derechos fundamentales. Esto considerando que, en el contexto de aislamiento obligatorio, dependemos de ella para atender diversas necesidades, no sólo las laborales. La usamos para acceder a información sobre nuestra salud y la crisis sanitaria, para cultivar nuestros lazos afectivos en medio del aislamiento, para realizar activismo, o para pasar un momento de ocio. Sin espacios físicos que separen los distintos aspectos de nuestras vidas, ahora vemos como fundamental que nuestro uso de la tecnología en el trabajo no vulnere nuestra capacidad de involucrarnos, participar en y disfrutar plenamente de nuestros derechos e intereses.

Este derecho cobra especial importancia también para personas que están sometidas a condiciones abusivas en el entorno laboral.  Es un hecho que las personas están trabajando más horas de lo habitual bajo la modalidad remota, lo que ya está ocasionando agotamiento y estrés. Sin embargo, la incertidumbre laboral que ha generado la pandemia está dando pie aún más a relaciones deshumanizantes de parte de empleadores,  en las que se puede utilizar la tecnología para someter a personas que temen perder sus trabajos a intimidación, amenazas o jornadas de trabajo excesivo. Mientras antes existía la opción de abandonar físicamente estos espacios de estrés o abuso, trabajar de manera remota nos priva de obtener los efectos restauradores cognitivos, emocionales y físicos que recibíamos al regresar a casa después de un día de trabajo. Esto es preocupante, pues y en las palabras de investigadoras de CLACSO,  deberíamos aspirar a que «en esta etapa de la crisis de pandemia, el trabajo [sea] fuente de vida y no de dolor, persecución y patologización». Ejercer la desconexión digital nos podría acercar más a esta aspiración.

Estar permanentemente y visiblemente conectados también está transformando cómo nos relacionamos y ocasionando que se rompan lazos de empatía con las personas con las que trabajamos. Entre los efectos más palpables, encontramos que la comunicación por aplicaciones de mensajería o correo genera expectativas de inmediatez y disponibilidad poco realistas de parte de colegas y empleadores. Se ha normalizado llevar conversaciones laborales en aplicaciones de uso personal como WhatsApp, o descargar y recibir notificaciones de nuestros correos institucionales constantemente en nuestros celulares. Estos hábitos, sin una configuración pensada en el bienestar o sin límites claros de desconexión, lleva a que nos sintamos obligados a atender tareas fuera de nuestras horas laborales. Así, se genera un ritmo imposible de sostener a lo largo del tiempo, que puede ocasionar sensaciones de cansancio extremo o depresión por sentir que siempre estás trabajando y que no estás atendiendo otras necesidades de tu mente o de tu cuerpo.

Está expectativa de disponibilidad permanente debería preocuparnos, en particular por las presiones que genera para las mujeres. La pandemia ha visibilizado las profundas desigualdades que existen en la distribución de estas labores de acuerdo al género. Trabajar desde casa también ha significado nuevos retos para las mujeres y todas aquellas personas que asumen el cuidado familiar, el trabajo doméstico y otras actividades no remuneradas, con la mayor responsabilidad doméstica recayendo sobre las mujeres. Es inevitable no pensar en hasta qué punto la dependencia y fatiga generada por la tecnología en el espacio laboral, les está quitando también la oportunidad a las mujeres de recargar energías, procurar su cuidado personal, o de velar por su salud.

La desconexión como bienestar

En este sentido este derecho a la desconexión digital se perfila como una herramienta que nos brinda el Estado, tanto legal como social, que podemos usar para cuidarnos y reapropiarnos de nuestro tiempo. Quienes investigan los efectos sociales de la pandemia sobre la violencia laboral nos sugieren que «es más necesario que nunca un Estado protector, interventor, contenedor y de bienestar», así como un Estado que ponga límites para erradicar el abuso y la violencia laboral. Como mencionamos anteriormente este es un derecho con mucho potencial, pero que por lo pronto tiene límites. Lo que nos queda a futuro es que le exijamos tanto a empleadores como al Estado que continúen marcando los límites necesarios para evitar el abuso laboral y la deterioración de la salud mental por medio de la tecnología – más allá de esta pandemia.

Por otro lado, el derecho a la desconexión también puede pensarse como un empujón para construir nuevos hábitos de cuidado individual y colectivo. En las palabras de la escritora afrofeminista Audre Lorde, practicar autocuidado es un acto de resistencia frente al abuso y demandas impuestas por las estructuras a las que pertenecemos. Proteger el descanso y autocuidado es clave en particular para mujeres y todas aquellas personas que están en situaciones de sobrecarga y a quienes se les impone el cuidado de las demás personas por sobre el cuidado personal. Es importante también recordar que la desconexión digital del trabajo, no es la desconexión de la tecnología. El tiempo de ocio es clave para poder ocupar con libertad espacios relacionados a nuestra voz, nuestro activismo o sus intereses, sin sentir culpa, cansancio o remordimiento.

Tips para cuidar tu desconexión y tu bienestar

Ante la presión de tener que estar conectadas para sobrevivir y cubrir nuestras necesidades económicas, políticas y afectivas, en Hiperderecho hemos estado promoviendo la desconexión o los descansos estratégicos como una forma de cuidado y resistencia. Por eso, te dejamos algunos tips para que puedas restaurar tu relación con internet y que pueda seguir siendo una herramienta que te brinde bienestar en todos los sentidos:

    1. Escucha a tu cuerpo: Préstale atención y entenderás mejor el efecto que la tecnología tiene sobre ti. Pregúntate: ¿Cómo se sienten tus ojos, tu espalda o tu cabeza cuando estás en tu celular o tu laptop?; ¿Qué te genera dejar la laptop o el celular a un lado – sientes ansiedad, culpa, preocupación o liberación? Puede que, al inicio, desconectarte te genere más angustia que libertad y eso es normal. Haz cambios graduales hasta que encuentres lo que funciona para ti y procura tomar decisiones que prioricen tu bienestar.
    2. Crea límites intencionales: La desconexión involucra intención y disciplina. Pregúntate ¿Qué puedes hacer para demarcar de manera más intencional en qué momentos la tecnología es tu herramienta laboral y cuándo vuelve a ser tu medio de recreación?; ¿Te sientes cómoda con que te contacten por Whatsapp o redes sociales? Si crees que esos límites están claros para ti, pero no para tus colegas o empleadores, hácelos saber si te sientes segure de hacerlo.
    3. Usa la tecnología de manera estratégica: Te recordamos – aunque suene contraintuitivo – que la tecnología también puede ser tu aliada para la desconexión. Explora aplicaciones de mensajería como Slack en vez de Whatsapp para comunicarte con tus colegas, desactiva las notificaciones de tu correo de trabajo o pon una alarma que te indique tu jornada laboral ha terminado. La desconexión no es sólo un derecho, pero también es un hábito.
    4. Ejerce tus derechos: En caso te encuentres realizando trabajo remoto en el sector privado y tu empleador no respeta el derecho a la desconexión digital, puedes acudir a la autoridad del trabajo competente (Sunafil) para formular una denuncia y así esta fiscalice el cumplimiento de estas nuevas disposiciones. Si te encuentras en el sector público, puedes acudir a la Autoridad Nacional del Servicio Civil – SERVIR.

Foto: Amit Gupta para Unsplash

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