Palestina Libre: ¿Internet como aliada?

Ingresar a internet hoy no es una acción neutral ni inofensiva. Ya sea por motivos laborales o personales, recorrer redes sociales y plataformas digitales implica sumergirse en un flujo constante de información que, lejos de ser imparcial, expone con crudeza las violencias que atraviesan el mundo. Esta exposición, lejos de generar solo conocimiento, nos sitúa en una angustia sostenida: empatizamos, somatizamos y habitamos el dolor ajeno como propio. Tal experiencia se intensifica cuando observamos el genocidio contra el pueblo palestino, que desde octubre de 2023 ha captado una atención mediática sin precedentes, aunque activistas y académicas llevan décadas alertando sobre un proceso sistemático de ocupación y exterminio que comenzó mucho antes, particularmente desde los años setenta.

Desde esta dicotomia, comparto una reflexión frente al genocidio del que somos testigos.

La dicotomía de las TICs

Internet, como herramienta, es un arma de doble filo: nos permite acceder a información que los medios hegemónicos no muestran, pero también es un espacio atravesado por las mismas tecnologías que facilitan la represión. En esa línea, Gaza y Cisjordania se han convertido en laboratorios de prueba para software de vigilancia, armamento automatizado y tecnologías de control poblacional, como señalan Marwa Fatafta y otras investigadoras de Access Now. Esta es una muestra de lo que los ejércitos sionistas o cualquier cercanía al fascismo puede llegar a hacer con una población que considere “les estorbe”.

Este no es un fenómeno nuevo para América Latina. Desde Perú, por ejemplo, vivimos episodios similares de exterminio y colonización pero sin internet de por medio.

Hace no mucho, en Perú, vivimos períodos de represión que internet nos permitió presenciar en tiempo real. Las protestas de noviembre de 2020, que culminaron con el asesinato de Inti Sotelo y Bryan Pintado, así como las masacres de Ayacucho y Puno entre 2022 y 2023, fueron documentadas y viralizadas por periodistas y ciudadanxs, despertando indignación global. Hoy, Gaza nos enfrenta a una experiencia similar, pero amplificada: un genocidio transmitido en “streaming” a escala mundial. Sin embargo, aunque estas transmisiones nos acercan a la realidad, las plataformas a menudo restringen imágenes y detalles, mediando nuestra comprensión de la magnitud de la violencia.

Así, la experiencia de “ver” un genocidio en tiempo real nos confronta con una paradoja: el mismo ecosistema digital que nos conecta con la verdad es cómplice del borrado, la censura y la violencia.

Memoria digital como resistencia

El colectivo editorial de Communication, Culture and Critique insiste en que la documentación no es un acto neutral:  “Escribimos porque así llevamos a nuestros muertos con nosotras; incluso cuando no sabemos sus nombres”. Esta premisa nos recuerda que cada video y cada fotografía viralizada desde Palestina es una forma de memoria viva. Sin embargo, este archivo audiovisual no está exento de riesgos: el trauma vicario, es decir, el impacto psicológico que enfrentamos al consumir imágenes extremas de violencia, es una realidad constatada en comunidades digitales.

Frente a este panorama, periodistas y ciberactivistas palestinas resisten a través de redes sociales, generando narrativas que rompen el cerco mediático global. Su trabajo ha convertido plataformas como TikTok o Instagram en espacios de denuncia, donde cada publicación es un acto de supervivencia y resistencia:Estoy viva, dicen en los inicios de muchos videos, como un recordatorio del valor de cada amanecer en Gaza.

Gaza como laboratorio de control

Diversos estudios han mostrado cómo Gaza se ha convertido en un territorio de prueba para empresas tecnológicas globales como Microsoft y Google, que financian proyectos vinculados a la infraestructura militar israelí. Este vínculo revela un engranaje entre industria tecnológica, colonialismo y represión: el genocidio no es solo una operación militar, sino también digital.

Desde un enfoque decolonial, reconocemos que estos sistemas no son “fallos” del capitalismo global, sino expresiones coherentes de un sistema que normaliza el exterminio. Las big tech, al sostener modelos de censura algorítmica y espionaje masivo, consolidan la represión del pueblo palestino mientras se benefician económicamente.

El Perú no es ajeno a esas medidas militares “sofisticadas”: investigaciones periodísticas revelan que el actual poder ejecutivo ha comprado armamento a empresas israelíes. Recuerden que Gaza era un ciudad urbana, turística, con su propia cultura, que ha sido totalmente detonada con el mismo armamento que se está adquiriendo para Perú.

Activismo simbólico y ciberactivismo

Los símbolos de resistencia palestina también han migrado a los entornos digitales. Como recordó la artista y activista Camila Abufom en el programa Psiconectamos, la sandía 🍉 se ha convertido en un ícono que reemplaza la bandera palestina, censurada en algunas redes sociales. Otros símbolos, como las llaves —que representan el derecho al retorno— y la amapola, construyen una memoria visual que circula globalmente, resignificando el ciberespacio como territorio de lucha.

En Perú y otros países latinoamericanos, colectivos como BDS Perú y Artistas por Palestina Perú se han sumado a la resistencia, creando redes de apoyo económico y emocional para Gaza. Estos esfuerzos reflejan una ética de solidaridad que atraviesa fronteras y cuestiona los discursos hegemónicos.

Testimoniar desde el Sur Global

Ser testigo de un genocidio desde la distancia no significa pasividad. Por el contrario, implica asumir la responsabilidad de construir memoria y acción colectiva. En América Latina, donde cargamos nuestras propias heridas coloniales —dictaduras, desapariciones, masacres—, comprendemos que documentar y difundir es resistir. Las redes sociales, aunque colonizadas por algoritmos y censuras, también son espacios de articulación y acción política por los derechos humanos, articulación antipatriarcal.

Frente a este genocidio en vivo, proponemos:

  • Movilización digital y física: convertir el dolor en organización, articulando con redes feministas y de derechos humanos.
  • Documentación como justicia: fortalecer archivos digitales que salvaguarden testimonios y eviten el borrado.
  • Autocuidado colectivo: priorizar prácticas de seguridad digital y salud mental que permitan sostener la lucha. La salida siempre es colectiva.

Hoy, desde Perú, invitamos a sumarse a actividades como las del pasado sábado 6 de septiembre Querida Gaza, un evento cultural que busca abrazar Palestina desde Lima a través del arte, la gastronomía, la música y la palabra. Todo lo recaudado es enviado como ayuda directa a Gaza.

La memoria, incluso digital, es una forma de resistencia. Palestina vive. Palestina resiste. Palestina será libre.

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