Nuestra relación con Internet, ¿compleja o complicada?

(Alerta de spoiler: es compleja.)

Hoy, 17 de mayo, es el Día del Internet ¿Por qué se conmemora esta fecha? Pues para visibilizar las aparentemente infinitas posibilidades que tenemos las personas que usamos Internet y las nuevas tecnologías, así como para abogar por el derecho a que esta sea accesible y de calidad. Durante más de 15 años, la Asociación de Usuarios de Internet e Internet Society promueven esta celebración y esta ha dado lugar a distintas actividades relacionadas a la difusión de derechos en línea, seguridad digital, reflexiones sobre acceso de información, libertad de expresión, brecha digital, entre otros temas. Evidentemente, el tipo de acceso a Internet y las posibilidades que tenemos en el espacio virtual varían según, por ejemplo, el territorio y país en el que nos encontramos, así como la lengua que hablamos, el acceso a dispositivos electrónicos que tenemos, los mandatos de género en torno a la pertinencia de una mayor formación en el uso de tecnología. Incluso, con estos elementos que establecen diferencias en su uso, de alguna forma se puede hablar de una “experiencia en Internet”: una situación, práctica recurrente casi imbricada en nuestro día a día que nos suscita, en general, sensaciones, emociones, opiniones y aprendizajes. 

A lo largo del tiempo que Internet ha estado presente en nuestras vidas, este conjunto de elementos nos ha hecho asociar al espacio virtual a ciertas ideas que pueden ir, lamentablemente, hacia aquello no favorable. Así, lo retador, difícil e, incluso, visceral de nuestra experiencia en Internet puede teñir el grueso de nuestras vivencia en el mundo digital y hacernos sentir que nuestra relación con Internet es complicada, que es negativa y que, incluso, nos gustaría poder salir de él para siempre. Por supuesto, en ese proceso podemos estar dejando de lado todo lo positivo que Internet nos ofrece – piensa en la videollamada que hiciste con tus mejores amigos en los meses más duros de la pandemia – y, sobre todo, cuyo acceso y distribución se ha democratizado. Entonces, lejos de los problemas que solemos identificar como infraestructura y recursos, ¿Por qué vemos y sentimos como complicada nuestra relación con Internet? 

Querer desconectarse de la violencia, querer conectar con el cariño del contacto 

En “I hate the Internet”, novela de Jarett Kobek publicada el 2016, se retrata de manera caótica cómo puede ser conflictiva la relación que una persona tiene con una plataforma o sitio web determinado. En el caso de la novela y su protagonista, lxs lectores obtenemos una mirada de su experiencia con Twitter y el tipo de respuestas que recibe frente a opiniones sin mucha popularidad que decide compartir. Resalta, además, – y a entendimiento tanto de la protagonista como del escritor – que el hecho que sea ella una mujer opinando libremente en Internet es lo que parece ser la excusa de un recrudecimiento de las críticas que recibe. Los problemas que enfrenta con las personas a su alrededor se hacen cada vez más grandes debido a una de las características más ambivalentes que tiene Internet: la viralidad, o la potencialidad de que cualquier contenido se haga viral. Después de tantas polémicas y amenazas de muerte, tal vez Twitter “no es para ella” (Traducido de “not her thing”).

En el documental Present.perfect., la directora Shengze Zhu concentra 800 horas de material de livestreaming de plataformas de redes sociales de personas de China. A lo largo de esta película, se puede observar cómo esta proliferación de una cultura que se entiende como espectadora y, al mismo tiempo, contenido a ser consumido, no sólo encuentra sustento en el ocio, el morbo, el aburrimiento y las ganas de trascender la cotidianidad del día día, sino en la posibilidad de conectar – literal como figurativamente – con un otrx al otro extremo de la pantalla. En esa línea, no es casualidad que en Present.perfect se compartan las vivencias (el contenido) de personas que viven en condiciones de vulnerabilidad, pobreza y marginalidad. 

Podemos no entender o, incluso, no compartir los usos de Internet que hagan otras personas. Es probable que nuestros marcos de referencias nos hagan sentir como en cercanía o pertenencia a un grupo determinado de personas o comunidades en línea (léase, nuestras amistades virtuales o aquellas personas que no conocemos presencialmente, pero a quienes siempre damos fav en Twitter o like en Instagram), así como tengamos la inclinación a no pertenecer o desvincularse de aquellos con los que no resonamos y cuyo contenido realmente no nos interesa. Así como el libro y documental anteriormente mencionados, podemos enfrentarnos a distintos usos y vivencias de Internet y sentirlas ajenas (o cercanas) a nosotrxs – incluso, siendo usuarixs nativxs digitales – pero es importante reconocer lo muy estrecha que se ha vuelta esta relación con el espacio virtual, respecto de nuestros afectos y ese deseo de conectarse (o desconectarse) del otro. 

Desarrollarnos y crecer en Internet: ¿Una posibilidad real o un potencial agotamiento? 

La idea de desarrollarnos en Internet, de aprovechar las oportunidades que nos brinda el espacio digital puede significar caminos distintos, según sea la persona detrás de esa intencionalidad (y su posición en la estructura de privilegios y opresiones, pero esa es otra conversación). No obstante, si pensamos en el desarrollo de nuestros planes de vida en términos de formación de conocimientos, académicos y laborales, probablemente ese camino no varíe mucho e Internet nos permita, ahora más que nunca, conseguir conectarnos con oportunidades que en generaciones anteriores eran una posibilidad para muy pocos. En ese sentido, estar y pertenecer al espacio que nos brinda Internet es fundamental para incidir en las autonomías de, sobre todo, jóvenes, mujeres y diversidades alrededor del mundo. Probablemente, esta sea o se relacione a la motivación de muchos por existir y permanecer en Internet y redes sociales, por ejemplo. Internet tiene el potencial de ser una herramienta de libertad, la capacidad de amplificar nuestras voces y ser escenario de cambios sociales en aras de una disminución y eventual fin de desigualdades sociales ¿Pero todo esa potencialidad justifica que tengamos que aguantar todos los problemas y violencias que vivimos cuando estamos conectados? 

Una encrucijada digna de The Clash: ¿Should i stay or should i go (de Internet)?

Si bien sobre un tema totalmente ajeno a lo discutido en esta entrada, es válido posicionarnos frente a ese dilema sobre qué hacer: ¿Nos quedamos o nos vamos de Internet? Al margen del gran tema de conversación y reflexión que es el de observar qué hacen las plataformas de Internet más populares para cuidar a sus usuarios (y a qué usuarios) o qué sesgos están presentes en el mismo diseño de tecnologías, pareciera ser que el asunto no es que Internet sea un espacio intrínsecamente tóxico. No, aquí es momento de decir una de nuestras frases favoritas en Hiperderecho: ¡La internet es genial! (exclamación incluída). ¿Internet es genial? Tal vez, estaría mejor decir “Internet puede ser genial”. Somos nosotrxs, lxs usuarixs, quienes nos hemos encargado de subir, reproducir y guardar registro de esa toxicidad de la que acusamos al espacio digital. Es casi como la reificación de la categoría “sociedad”, presente en frases como “¡La culpa la tiene la sociedad!”, cuando se quiere hacer alusión a la vigencia de cierto estereotipo, situación de desigualdad, mandato de género, discriminación, etc. Al decirlo, ¿no puede ser tal vez que lxs individuos nos estemos lavando las manos respecto a los problemas que en conjunto, en comunidad, estamos teniendo y que, incluso, podríamos haber creado o mantenido en vigencia? No obstante, el momento de autocrítica tiene su fin: así como podemos haber hecho o incidido en acciones que forman un espacio digital que no nos hace sentir bien o que se mantiene indiferente frente a las violencias, también somos nosotrxs quienes tenemos la solución para eso. Los usuarios tenemos cierto margen de poder para incidir en cambios positivos en nombre de una mejor convivencia en Internet. Por ejemplo, a la próxima, ¿y si no le das like a esa pelea sin sentido de Twitter y mejor le das Retwittear a una iniciativa que esté organizando una colectiva activista por los derechos de infancias y adolescencias? 

¿Y si mejor te quedas?: Posibilidades de cambios para celebrar

Internet puede ser genial. Propongamos acciones por mejorar la convivencia en línea, sobre todo de aquellxs quienes más violencias se enfrentan en el espacio virtual: mujeres en su diversidad, miembrxs de la comunidad LGTBIQ+, juventudes e infancia y activistas. Hagámoslo por nuestrxs compañerxs que cerraron sus cuentas y/o perfiles en todos lados porque acuerpar la violencia excedió sus fuerzas y paciencia, así como por aquellxs que día a día se enfrentan a una Internet de conexión altamente deficiente y no cuentan con los recursos para cambiarlo. Es necesario celebrar Internet recordando el poder que tiene de conectarnos con aquello que nos hace sentir bien, crecer y compartir cuidados.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *