A propósito de varios ataques coordinados hacia personajes públicos, los medios de comunicación han estado hablando sobre la violencia en Internet. En Hiperderecho llevamos varios años investigando este tipo de violencia y nos da gusto que la estemos dejando de normalizar. Lamentablemente, la cobertura de este tipo de ataques sigue siendo la incorrecta. Se habla de «los hackers» y sus habilidades para dominar Internet, perpetuando la noción de que quienes nos atacan son personas cuyo conocimiento no podemos obtener y, por lo tanto, de quienes no podemos defendernos. Estas narrativas son dañinas, incorrectas y tampoco nos ayudan a entender el problema más urgente: el contexto en el que están ocurriendo estos ataques y porqué son tan efectivos.
El contexto importa
Los ataques de acoso coordinado son acciones conjuntas realizadas en Internet con el objetivo de dañar a una persona o una organización. Inclusive cuando las acciones parezcan inocuas por sí solas, logran un efecto abrumador e inhabilitante porque son llevadas a cabo en simultáneo por decenas de personas que se esconden detrás de perfiles falsos o pseudónimos. Así, de la misma manera que el acoso grupal callejero nos hace sentir que las calles no nos pertenecen, los ataques coordinados buscan hacernos sentir que Internet no es nuestra y que le pertenece solo a quienes saben explotarlo para sus intereses. Visto desde un enfoque de género, cuando estos ataques son utilizados para silenciar o intimidar a mujeres o personas LGBTIQ+, son un despliegue de violencia machista que ataca directamente su derecho a la privacidad y la libertad de expresión.
En Hiperderecho, hemos identificado hasta tres tipos de acoso coordinados:
- El uso de datos personales para crear campañas coordinadas de desprestigio y dañar tu reputación.
- El uso de datos personales para vigilarte: te dicen que ya saben dónde vives o cómo se llaman tus familiares para darte a entender que pueden acercarse a ti en cualquier momento.
- Y el «reporte masivo» o el abuso de los mecanismos de reporte en redes sociales para eliminar un perfil o una publicación y, de esa manera, eliminarte de ese espacio.
En ninguno de los casos, los ataques coordinados tienen que ser obra de personas con un conocimiento sofisticado de tecnología, como nos dicen los medios. Más bien, son posibles gracias a los errores o sesgos de quienes diseñan nuestras experiencias en Internet. Por ejemplo, los errores sistémicos en nuestro marco legal permiten que nuestros datos personales estén ampliamente disponibles – ya sea porque el mismo Estado los está vendiendo, o por que no hay ningún tipo de fiscalización o consecuencia legal cuando el Estado filtra nuestros datos personales desde sus páginas web. Además de vulnerar nuestra privacidad, la poca precaución que toma el Estado al desarrollar sus sistemas informáticos, hace disponible los mismos datos que luego son, o pueden ser, utilizados para realizar ataques de acoso coordinado.
Otro gran aliado de este tipo de ataques es la ausencia de un enfoque de género en los modelos de negocio de redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram, que anticipe o nos proteja de este tipo de ataques. Aunque el acto está prohibido en las normas comunitarias de Facebook, el acoso coordinado se considera un acto de Comportamiento No Auténtico, en vez de Violencia y Comportamiento Delictivo o Seguridad donde se abarcan las manifestaciones de acoso. De hecho, la estrategia del ”reporte masivo” es un buen ejemplo de cómo los abusadores se adaptan a las tecnologías que utilizan y cambian sus patrones de comportamiento para evitar ser detectados. A pesar de que Facebook y Twitter, declaran que no toleran abusos basados en el género, los algoritmos y personas que se encargan de la moderación de contenido todavía no pueden diferenciar de manera adecuada quiénes son las víctimas y quiénes son los adversarios, ni cómo contener este tipo específico de abusos de manera efectiva.
La impunidad en la moderación de contenido
En ese sentido, los errores de moderación de contenido se convierte en una de las principales herramientas de impunidad detrás de los ataques coordinados en Internet. Un estudio publicado este año determinó que Facebook comete más de 300 mil errores diarios y esto es muy relevante para quienes viven en Perú. Facebook es la plataforma donde se dieron más del 70% de casos de acoso virtual hasta el 2018 según el Ministerio de la Mujer, y junto a su otra empresa, Instagram, son las redes sociales más usadas en el país. La empresa ha intentado mejorar sus procesos a través de modelos predictivos basados en aprendizaje automatizado (machine learning) y mayores revisores humanos. Sin embargo, ambas soluciones parecen crear sus propios problemas. Desde censuras y sesgos algorítmicos hasta el impacto negativo en la salud mental de los revisores, quienes realizan este trabajo bajo cuadros de estrés post-traumático y condiciones laborales precarias.
En condiciones como estas, nos es difícil contar que se realicen procesos justos y efectivos en la moderación de contenido. Sobre todo cuando quienes están encargados de reconocer los ataques y protegernos ante la violencia en línea, también están sufriendo una serie de abusos. Puede parecer una anécdota aislada que Facebook inició como una página para comparar el atractivo de mujeres en una universidad, pero tal vez es el ejemplo más ilustrativo sobre cómo la privacidad y seguridad de las personas no está en su ADN, hasta el día de hoy.
Recuperando nuestro poder
Las falencias del Estado, Facebook o las redes sociales no eximen de culpa a quienes están detrás de los ataques coordinados – los responsables siguen siendo quienes los cometen. Sin embargo, será una responsabilidad compartida mientras que se sigan apoyando en la amplia disponibilidad de nuestros datos personales y proceso de impunidad, facilitados por el gobierno y empresas privadas. En ese sentido, nuestra lucha no es sólo frente al machismo. También es contra los marcos legales y modelos económicos que permiten que estas empresas acumulen tanto poder y tantos datos sin asumir la responsabilidad de transversalizar un enfoque de género y derechos humanos en el diseño de los espacios que crean.
Hasta que eso ocurra, para recuperar nuestro poder en internet debemos crear nuestras propias reglas de existencia y convivencia. Parte de ello es tener buenos hábitos de seguridad digital, cómo crear contraseñas fuertes y activar la verificación de dos pasos, para que si alguien quiere tener acceso a tu cuenta, no lo logre por los métodos más conocidos – (acá hay otros tips de ciberseguridad feminista y todos te van a servir para sentirte más segura en Internet). Pero la parte más importante, es recuperar nuestro poder reconociendo que estas empresas no pueden existir sin nosotros, y que si las vamos a utilizar, ellas deben cumplir con nuestros estándares, y no al revés.
Foto: Andre Hunter para Unsplash
Directora de Investigación
Bachiller en Desarrollo Internacional y Sociología por la Universidad de Toronto (Canadá).
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