
Ingresar a internet hoy no es una acción neutral ni inofensiva. Ya sea por motivos laborales o personales, recorrer redes sociales y plataformas digitales implica sumergirse en un flujo constante de información que, lejos de ser imparcial, expone con crudeza las violencias que atraviesan el mundo. Esta exposición, lejos de generar solo conocimiento, nos sitúa en una angustia sostenida: empatizamos, somatizamos y habitamos el dolor ajeno como propio. Tal experiencia se intensifica cuando observamos el genocidio contra el pueblo palestino, que desde octubre de 2023 ha captado una atención mediática sin precedentes, aunque activistas y académicas llevan décadas alertando sobre un proceso sistemático de ocupación y exterminio que comenzó mucho antes, particularmente desde los años setenta.

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